La construcción es una industria que año a año sigue creciendo, a veces con mayor celeridad que en otros momentos. Sin embargo, conforme su progreso es imparable, el debate se extiende a la capacidad de poder aún obtener recursos para la materia prima, como la arena. El plástico se levanta como una solución.
Uno de esos materiales es la arena, que comprende aproximadamente el 25% de los componentes que se usan para elaborar el hormigón.
Cierto es que el planeta tiene grandes extensiones de desiertos y playas, pero esta arena no es apta para la construcción. La arena de los desiertos tiene una consistencia muy suave y la de las playas contiene mucha sal, ambas condiciones no aptas para la construcción.
Por lo que en muchos países recurren a los lechos de los ríos y a determinadas canteras en las montañas para extraer la arena. Esto genera daños en los ecosistemas aledaños a donde se producen las extracciones.
Los daños económicos también son evidentes, porque por retirar arena de las orillas de los ríos, se perjudica a las riberas. Esto con el tiempo causa inundaciones y deslizamientos, que los sufren las ciudad o comunidades.
En países como Singapur o la India incluso se han formado las denominadas “mafias de la arena”. Trafican este elemento natural para empresas que buscan abaratar costos o simplemente evitar investigaciones por daños ambientales.
Soluciones sostenibles
Ante la problemática ambiental, económica y legal que está generando la obtención de la arena para la industria de la construcción, se plantean soluciones.
La Universidad de Bath en Inglaterra, en asociación con Goa Engineering College de la India, están investigando como el residuo plástico puede reemplazar en parte a la arena para una construcción sostenible.
Hasta el momento, las conclusiones de la investigación son positivas. Indican que “se puede reemplazar hasta un 10% de la arena en el concreto por el plástico, teniendo la misma resistencia y la misma longevidad”.
Adicionalmente, se proyecta que, tomando esta medida, un país podría dejar de usar alrededor de aproximadamente 800 millones de toneladas de arena al año para la construcción.
Esto tendría un doble impacto favorable, siendo el medio ambiente el mayor favorecido: se reduciría el consumo de un recurso natural para la industria de la construcción y adicionalmente se encontraría una alternativa positiva para los desechos plásticos.